``La inseguridad de alcanzar por medio de las letras y de las ciencias los recursos más indispensables es lo que influye en un gran número [de alumnos] para no emplear 12 o 14 años en penosas tareas que pueden ser muy mal recompensadas, o no serlo absolutamente.''[...]
``[En particular] los cursos de ciencias físicas y matemáticas cuentan con un escasísimo número de alumnos. Me parece que si los jóvenes que siguieran esos cursos tuvieran alguna esperanza de obtener después de concluídos, una ocupación decente, tendrían para incorporarse en esas clases el aliciente que ahora les falta.''
(M.L. Amunátegui, Secretario General de la Universidad, haciendo un análisis retrospectivo, 1882.)
Los años que siguieron a la expulsión de los conquistadores y colonizadores españoles en Chile fueron turbulentos. Un buen ejemplo lo representa la vida del coronel Ramón Picarte, padre del futuro matemático. Desde un comienzo combatió junto a José Miguel Carrera en las luchas por la Independencia; siendo sargento, fue pieza clave en 1811 cuando aquél se tomó el cuartel de artillería; tuvo brillante actuación en el intento de reconquista de Talca el año 1814, donde cayó prisionero; liberado, emigró a Mendoza después del desastre de Rancagua, desde donde fue enviado a organizar el movimiento guerrillero en Chile; nuevamente detenido, se fugó y volvió finalmente a Chile con el Ejército Libertador, tomando parte en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. La República no le trajo tranquilidad: intervino en la sofocación del motín de la guarnición de Valdivia; fué intendente de esa ciudad; participó desde el bando liberal en otros tanto motines durante las luchas por el poder en esos años, hasta ser dado de baja del ejército en 1830 por el ministro Portales (quien, se dice, le guardaba una secreta admiración). Estaba entonces al mando de la guarnición de Valparaíso. Después de esta agitada vida de contratiempos y peligros, murió en 1835, pobre y olvidado, dejando a su familia como única herencia su valentía y tozudez para luchar por sus ideas.
El coronel Picarte se había casado en 1823 con doña Carmen Mujica, hija de una conocida familia santiaguina, con quien tuvo varios hijos, de los cuáles sólo nos han llegado noticias de Ramón y sus hermanas Albina y María Georgiana.6
Ramón, que es el que nos interesa aquí, nació el 9 de Junio de 18307, cuando su padre caía en desgracia política. Sus años de niñez y adolescencia fueron difíciles. Más tarde siempre viviría preocupado por el bienestar de su madre y hermanas.
De los estudios primarios del joven Picarte no nos ha llegado información, pero, de haber sido así, tampoco tendría gran novedad. En la escuela de aquella época, regida por el decreto educacional de 1832, se aprendía ``lectura, escritura, doctrina cristiana, las cuatro operaciones de la aritmética, algunas nociones de moral y de urbanidad adecuadas.''8
Ya adolescente, en 1840 entró a estudiar humanidades al Instituto Nacional, donde tuvo como compañeros de curso a un grupo de jóvenes que más tarde fueron estrellas de primera magnitud en el firmamento de la vida nacional. Pertenecían a este curso de 1843, que denominaremos el ``curso de los notables'', el novelista Alberto Blest Gana y sus hermanos Guillermo y Joaquín; Miguel Luis Amunátegui y su hermano Víctor, ambos historiadores de renombre; Diego Barros Arana, uno de los padres de la historiografía chilena; Eusebio Lillo, poeta y autor de la letra del himno nacional y Pedro León Gallo, destacado político, entre otros.9 Anotemos que el único título a que conducían estos estudios era al de Abogado. De hecho, posteriormente, éste fué el curso de Derecho del Instituto.
Pronto, sin embargo, Picarte se dedicaría a lo que llenará el resto de sus días: la ciencia de los números. Uno de sus amigos cercanos nos cuenta algo de su vida estudiantil, relato al que volveremos periódicamente:10
``El joven Picarte cursó los ramos legales del Instituto Nacional; y después de haber estudiado el Derecho Romano, los abandonó por las matemáticas, ciencia a la que se dedicó con ardor, porque cuadraba mejor a su espíritu analítico y observador, y le presentaba la perspectiva de un porvenir venturoso más cercano.''Por aquellos años las matemáticas conducían sólo al título de Agrimensor General de la República. Aunque la pobreza de su familia era acuciante y los estudios de Agrimensor eran más cortos que los de Derecho, veremos que los reales motivos que tuvo Picarte para dedicarse a las matemáticas eran sencillamente vocacionales.
¿Cómo podía alguien interesarse por el estudio de las matemáticas en esos años? ¿Dónde, cómo y con quién estudiarlas? Para buscar respuesta a estas interrogantes es necesario revisar el ambiente cultural y el estado de nuestra ciencia en Chile en esa época.
Ya desde los primeros años de la República el proyecto de desarrollo nacional exigía contar con ``hombres científicos en mineralogía, maquinaria, química, economía política, matemáticas, historia, geografía y demás ciencias útiles''11, para lo cual se resolvió traer desde el extranjero personalidades que enseñaran aquellas materias y las aplicaran a la resolución de los grandes problemas nacionales, tales como estudio de minerales; trazado de caminos; construcción de edificios, puentes, canales de regadío; mensura de terrenos; catastros de la fauna y de la flora; problemas de ``partida doble''; elaboración de cartas y mapas del territorio; censos de población, etc. Así, entre las primeras personalidades contratadas por el gobierno para tales efectos, figuran Andrés Gorbea y Santiago Ballarna en matemáticas; Guillermo Blest y Lorenzo Sazié en medicina; Claudio Gay e Ignacio Domeyko en ciencias naturales; Andrés Bello y Domingo F. Sarmiento, en letras y humanidades. Estos sabios, que ejercieron la docencia en el Instituto Nacional, pronto abrieron nuevos horizontes en la instrucción pública, elevando los niveles de enseñanza y preparando a la juventud para las diversas actividades nacionales. Tal programa, basado en la ciencia y en la enseñanza, fué la idea maestra que guió el progreso del país en los primeros años de vida independiente. El ``curso de los notables'' es sólo una consecuencia de aquella política. También lo es el conocido ``movimiento literario del 42'', eclosión preparada y debida a las lecciones de Bello que llegó a Chile en 1829. Hubo, asimismo, por ese entonces una interesante producción científica; sólo en matemáticas podríamos citar, en torno del año 1850, no menos de 30 publicaciones de buen nivel, relativas unas a la enseñanza de esta ciencia, otras a sus aplicaciones, sin faltar aquellas referentes a las matemáticas puras.12 Se puede apreciar en ciencias un ``movimiento'' análogo al del 42 en literatura. El alma mater de aquel movimiento científico-cultural fué el Instituto Nacional, fundado en 1813, que lentamente fue entregando la enseñanza superior a la Universidad de Chile, instalada en 1843, pero cuyo real funcionamiento empezó unos diez años después.
La enseñanza de las matemáticas y sus aplicaciones fué uno de los objetivos que se trazaron desde el principio los patriotas encargados de organizar el sistema educacional. El curso de matemáticas comprendía (Decreto de 1831): ``Aritmética, Algebra, Geometría especulativa, Trigonometría rectilínea, Goemetría práctica, Geometría Descriptiva, Topografía y Dibujo; y haber sido examinado y aprobado de ellos en el Instituto Nacional''. A estos requisitos para ser agrimensor se agregó, a partir de 1842, ``haber cursado y rendido examen competente de Trigonometría esférica.''13La carrera de Agrimensor no era ninguna carrera despreciable y Picarte está acompañado por varios agrimensores que llegaron a ser ilustres personalidades de esos años.14
La enumeración de esta materias deja en claro que el estudio de las matemáticas no estaba dirigido al fomento de esta ciencia. Felizmente para su cultivo ``la enseñanza de las matemáticas se había depositado en manos de un hombre de profundos conocimientos, cuyo amor a las ciencias le hacía no omitir sacrificio alguno para su fomento en Chile''.15. Este hombre era don Andrés Antonio Gorbea, para quien ``las matemáticas puras eran parte esencial de la educación del Liceo'', pues ``enseñan a pensar y pueden considerarse como lógica verdadera''. Gorbea no detuvo su enseñanza en los límites del decreto de los aspirantes a agrimensores. De hecho, sus lecciones comprendían además geometría analítica, cálculo de probabilidades, algebra superior, series, cálculo diferencial y cálculo integral.16 Sin embargo, para el título de agrimensor continuaba exigiéndose sólo lo establecido en el decreto del año 1831, de modo que los alumnos de matemáticas superiores eran escasos. El rector del Instituto Nacional en 1838, M. Montt, informaba que ``72 alumnos cuenta la primera clase y sólo tres la última, porque la mayor parte abandona el estudio después de concluir los primeros ramos [exigidos para ser agrimensor].''17 Como vemos, la historia no es nueva. Más adelante, entre estos quijotes encontraremos a Picarte. A pesar de la pobreza de su familia, estudia afanosamente matemáticas. Su amigo continúa:
``En esta ciencia llegó a descollar Picarte entre sus camaradas. Estudiarla era su ocupación del día y de la noche, pues se proponía escribir algún día un Curso científico más adaptado a la enseñanza que el de Francoeur. No contento con el texto que estudiaba, se procuraba con sacrificios y leía otras obras de matemáticas de los sabios modernos más célebres de Europa.''Su maestro, A. Gorbea (Vizcaya 1792, Santiago 1852), que llegó al Instituto Nacional en 1826, impartió sus clases siguiendo desde un comienzo el Curso Completo de Matemáticas Puras, de M. Francoeur, profesor de la Facultad de Ciencias de París. Para ello, Gorbea mismo hizo una excelente traducción en dos tomos de 530 y 325 páginas cada uno, publicados en Chile en 1833 y 1845 respectivamente, lo que significó para el gobierno un gran esfuerzo editorial que incluyó la importación de tipos especiales para los símbolos matemáticos.
Además del texto de Franceour, existían en Chile el Curso Completo de Ciencias Matemáticas (6 tomos) de J. Jariez, para uso de la Escuela de Artes y Oficios, y otras obras que servían de textos en la Escuela Militar; pero ninguno de ellos alcanzaba el nivel y la extensión de aquél. El Francoeur, además de Francia y Chile, se usaba también en Rusia como texto de enseñanza. Comprendía ``desde las partes más elementales, la Aritmética y la Geometría, hasta el Cálculo Integral más compuesto'' dice su autor en el Prefacio.18
Las pretensiones del joven Picarte de escribir un ``Curso Científico más adapatado a la enseñanza que el de Francoeur'' no eran, pues, menores; pero esto nos indica que su entusiasmo juvenil y su amor por las matemáticas iban mucho más allá de las lecciones de Gorbea, cuyo saber y grandes dotes de maestro ``habrían hecho honor a cualquier universidad europea''19.